sábado, 5 de abril de 2014

Horarios

Me pone re triste deje una semana para ver si comentaban pero no comentan pero bue que se puede hacer solo me fije, voy a seguir subiendo ya les tengo el horario:

LA ÚNICA MUJER: LUNES

HOUSE OF SAINTS: MARTES

UNA NOVIA PARA OCHO HERMANOS: MIÉRCOLES

AMANTE EN DUBLIN: JUEVES
CAP CASI ÁNGELES: VIERNES

MARATONES: SÁBADO Y DOMINGO
  
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martes, 1 de abril de 2014

CAPITULO 27

















«¿Mejor para quién?», pensó Lali. Para él, sí. Ningún lazo con su hijo. Sólo
dinero. Ningún compromiso con ella ni con su hijo.
—No hablemos de esto aquí. Quiero estar con Agustin —dijo ella.
—Yo sólo quería que supieras que tengo en cuenta el bienestar de nuestro hijo.
Si eso significa renunciar a él, no dudaré en hacerlo.
Lali sintió un gran dolor.
—Si eso es lo que quieres.
—Te juro, Lali, que no es lo que deseo en absoluto. Pero podría ser la mejor
decisión para Agustin.
Lali estaba demasiado cansada para pelear, demasiado triste para hablar.
Y se marchó a ver a su hijo, la única constante en su vida.
Peter se pasó la mayor parte de la semana tratando de conocer a su hijo. Le
enseñó a usar un martillo, sin dejar de prestar especial atención a su salud. Pero
quería tratarlo como a un niño normal. Agustin se comportaba como un niño igual a los
demás, pero ahora que Peter había visto los efectos de su dolencia, estaba más
preocupado.
Pero al menos Lali era optimista, ahora que Agustin había empezado a usar
una bomba que hacía que la medicina fluyera por su cuerpo constantemente. Le había
dicho a Peter que sus niveles de azúcar estaban mucho mejor, y que Agustin tenía más
energía que antes. Algo muy bueno, pensó Peter. Y él mismo lo veía.
En aquel momento Agustin lo estaba ayudando a barrer el pasillo entre los
establos. Con su mano pequeña, una diminuta versión de la de su padre movía la escoba
que casi era de su altura.
—¿Me parezco a mi padre?
Peter calibró la respuesta.
—Sí, en parte.
—¿En qué?
—En el color del cabello y de la piel. Pero tus ojos son más claros.
El niño apoyó la escoba en uno de los establos.
—Tengo las pecas de mamá.
Peter se rió.
—Sí —respondió.
Agustin pateó una pila de heno con la bota.
—Mi amigo Bobby dice que donde vives tú, no hay más que arena.
Peter también dejó la escoba.
—Es verdad, hasta cierto punto. Hay bastante arena. Pero también tenemos
montañas y árboles. Y una universidad muy buena que construimos en los últimos años,
y un hospital muy importante.
—Odio los hospitales.
—Seguro. Y no me extraña. Pero son necesarios.
—De todas formas, los odio —Agustin miró a Peter—. ¿Toda la gente es parecida
en tu país?
—La mayoría tiene la piel oscura, ojos oscuros y cabello oscuro. Pero son todos
diferentes.
—¿Son simpáticos?
—Como en América, hay gente muy buena y gente no tan buena. Hay madres y
padres, hermanos y hermanas que juegan juntos y se pelean. Maestros, doctores y
constructores. Pero sobre todo, es un lugar muy pacífico para vivir.
—¿Vives en un palacio?
—Sí. Es propiedad de mi familia desde hace generaciones.
—¿Puedo ir a visitarte alguna vez?
Peter sintió remordimientos.
—Tal vez, cuando seas mayor.
El niño dejó escapar un suspiro.
—Me gustaría que te quedases aquí. ¿No te gusta América?
—Me gusta mucho. De hecho, he nacido aquí, en el estado de Ohio.
—Entonces, si eres americano, ¿por qué no vives aquí?
Peter había deseado innumerables veces vivir en América, pero tenía fuertes
lazos con su país.
—No puedo vivir aquí porque mi padre es el rey de mi país y yo tendré que ocupar
su lugar algún día.
—Podrías llamarlo y decirle que contrate a otra persona para que lo haga —dijo
inocentemente Agustin—. Una de las chicas del campamento nos contó que su padre no
tiene trabajo. A lo mejor lo puede hacer él.
Peter se arrodilló al nivel de Agustin con ternura.
—Es muy complicado, Agustin. Yo he nacido para gobernar mi país, para ayudar a
mi gente —quitó un rizo de la frente de Agustin—. ¿Comprendes ahora por qué tengo
que marcharme?
—Supongo, pero sigo queriendo que te quedes aquí —Agustin rodeó el cuello de
Peter con sus brazos, sorprendiéndolo y causando un tumulto de emociones en su
corazón—. Me gustaría que fueras mi papá.
Lali se quedó de pie, fuera del granero, esperando oír la respuesta de Peter.
—Terminemos el trabajo, así no se nos hará tarde para cenar.
Se quedó apoyada en la pared del granero, con los ojos cerrados.
Peter había tenido la oportunidad ideal para decirle a Lali que era su padre.
Tal vez estuviera esperando el momento en que ella también estuviera presente, como
le había pedido. O tal vez Lali pensara seriamente en no decirle la verdad a Agustin.
Y le preocupaba que Agustin viviera una mentira. Si Peter insistía en no decirle la
verdad, ¿debería decírselo ella?
Tal vez fuese mejor decírselo cuando fuera mayor. Pero seguramente sufriría la
ira de su hijo por engañarlo. ¿Comprendería que su padre había pensado que era lo
mejor?
—Estás un poco pálida, Lali. ¿Has trabajado mucho hoy?
Lali abrió los ojos y se encontró con Julia.
Lali se separó de la pared, se cruzó de brazos y dijo:
—Peter se marcha mañana.
Julia palmeó el hombro de Lali.
—Lo sé, cariño. Y quería hablar contigo acerca de ello.
—Se me pasará.
—Así será si haces lo que te digo.
Lali puso los ojos en blanco.
—¿Tengo que escuchar lo que me digas?
—Sí —se pasó la mano por el pelo cano—. Esta noche quiero que venga Agustin a
la casa del jardinero y que se quede a dormir conmigo. Eso te dará la oportunidad de
despedirte de Peter adecuadamente.
—No creo que sea necesario.
—Sí, lo es. Tómate esta noche y pásala con él. Será un recuerdo imborrable, que
guardarás en tu corazón y que sacarás en tiempos difíciles.
—No me hacen falta más recuerdos, Julia.
—Sí. Yo no podría haber vivido sin los míos estos años.
Lali la miró, confusa por la intriga que estaba creando Julia.
—¿Te refieres a algo ocurrido con otro hombre que no sea Barto?
—Sí —murmuró Julia—. Fue hace mucho tiempo. Él era un soldado, un muchacho
muy apuesto, aunque yo no estaba nada mal entonces, tampoco. Me pidió que me casara
con él antes de que se marchase a la guerra, y yo lo rechacé.
—¿Y no te lo volvió a pedir al regresar?
—No volvió jamás.
—¡Oh, Julia! —exclamó Lali, abrazando a su tía—. Lo siento.
—No lo sientas —dijo Julia cuando se separaron—. Te confieso que lamenté
haberle dicho que no, pero aún lamento más que esas lamentaciones no me hayan
dejado vivir mi vida todos estos años. No quiero que eso te suceda a ti.
Lali suspiró y se secó las lágrimas.
—Va a ser muy duro dejarlo marchar.
Sería peor que la primera vez, pensó Lali
Julia abrazó a Lali.
—Pero tienes que dejarlo marchar, por ti y por tu hijo. Tómate esta noche y
demuéstrale que lo amas, porque sé que lo amas. Si él se marcha después de eso, es
porque será mejor así.
Lali dudó. Pero la teoría de su tía tenía cierta lógica. Y decidió pasar una noche
más con Peter, su amante, el amor de su vida.
Agustin vino corriendo del granero gritando:
—¡Tengo hambre!
E interrumpió aquel emotivo momento.
Julia abrió los brazos y lo levantó en el aire.
—Comes como un alce estos días.
—Soy un alce —proclamó , riendo.
Julia lo dejó en el suelo y sonrió.
—Te diré una cosa, señor alce, ¿por qué no te quedas conmigo en la casa del
jardinero esta noche? Vendrá Barto y podremos jugar al parchís.
La cara de Agustin se iluminó.
—¿Puede enseñarme Barto a jugar al póker?
Lali—Supongo que podemos hacerlo, cosita. Siempre que tu madre nos deje.
Lali fingió pensarlo y dijo luego:
—Siempre que no apostéis la casa y los caballos.
—Sólo apostaremos monedas —dijo Julia. Y volviendo su atención a Agustin le
dijo—: Entonces, está todo arreglado. Después de cenar, jugaremos a las cartas.
—¿Puede jugar Peter también?
Julia miró a Lali significativamente.
—Creo que Peter tiene algunas cosas de que ocuparse, con tu mamá.
Peter deseaba decirle la verdad a Agustin. Quería decirle que él era el padre que
tanto deseaba tener. Pero no podía hacerlo.
Decírselo sabiendo que se marcharía, le parecía egoísta e injusto de su parte
para con su hijo. Y no podría volver a verlo. Porque sabía que cada vez le costaría más
marcharse.
Lo único que podía desear era que Lali encontrase un hombre adecuado para
Agustin. La idea le produjo un gran dolor en el corazón.
«Es mejor», se repetía durante la comida, que tal vez fuera la última que
compartiese con su hijo y con Lali.
El dolor se acrecentó cuando siguió recogiendo sus cosas. Había dejado lo más
importante para el final: la pelota de béisbol, el regalo de Daniel para su graduación,
incluso el par de vaqueros que se había dejado la otra vez.
Todas cosas que representaban recuerdos.
Pero cuando abrió su maleta se encontró con algo arriba de todo, que llamó su
atención.
La fotografía era igual a la que había visto de Lali, Daniel y él mismo, pero en lugar
de Daniel estaba Agustin. La había tomado Julia durante la semana, pero era una
sorpresa que la hubiera revelado, y que hubiera ido a parar allí. Tal vez Julia la hubiera
puesto en su maleta cuando él había ido a echar una última ojeada al establo. O tal vez
no hubiera sido Julia, sino Lali.
Lali.
Deseaba desesperadamente ir a verla, estrecharla en sus brazos una vez más,
hacerle el amor, y disfrutar unos momentos más de su presencia.
Pero no se merecía su atención. Y ella lo rechazaría si se atrevía a sugerírselo
aquella noche.
Agarró la foto y la miró un momento, admirando la cara de la mujer que siempre
había amado, del niño que había llegado a querer. Al día siguiente les diría adiós a
ambos y volvería a su casa como si nada hubiera pasado. Sin embargo, todo era diferente,
sobre todo el jeque Peter Lanzani.
—Es una foto bonita, ¿verdad?
Sus manos se quedaron inmóviles al oír la voz de Lali por detrás de él.
Puso la foto debajo de la ropa para protegerla y cerró la maleta, junto con el
capítulo de su vida de lo que no podía ser.
—Es un tesoro que guardaré siempre en mi corazón. Gracias.
Ella se acercó.
—Es lo menos que podía hacer.
—Te lo agradezco mucho.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Ella se quitó el pelo rojizo de la cara
pero no lo miró.
Finalmente se acercó más y se puso frente a Peter.
Él abrió los brazos, y ella se entregó a su abrazo.
Lali puso la mejilla contra el pecho de Peter.
Ella le besó la mejilla y reunió el coraje necesario para decirle lo que había
intentado evitar confesar.
—Te amo, Peter.
Él besó su frente con ternura.
—Y yo a ti.
Ella sintió una gran felicidad que se instaló en el lugar de la herida de su corazón.
—Entonces, quédate conmigo. Sé parte de nuestras vidas.
—Sabes que no puedo hacerlo.
—Entonces, realmente no me amas.
Peter suspiró.
—Sí, te amo, más de lo que imaginas. Pero eso no cambia mi situación.
—Podría cambiarla, si quisieras.
—Ojalá eso fuera cierto —la llevó al borde de la cama y la hizo sentarse a su
lado.
Le tomó las manos y le dijo:
—También amo a nuestro hijo, que es por lo que he decidido no decirle que soy su
padre.
Exactamente lo que ella había temido.
—¿Y qué pasará cuando vuelvas?
—No volveré —dijo Peter con tristeza.
Lali sintió un gran dolor en el corazón.
—Pero tienes que volver. Agustin te necesita. Yo te necesito.
—Tú necesitas rehacer tu vida sin mí. Tienes que encontrar a alguien que te
quiera a ti y al niño. Alguien que merezca tu amor.
—No quiero a nadie más que a ti —dijo ella entre lágrimas.
—Eso lo dices ahora, pero cambiarás de parecer cuando me vaya.
Peter la abrazó fuertemente.
¡Ojalá ella hubiera podido absorber algo de aquella fuerza! ¡Ojalá hubiera sabido
adónde conduciría todo aquello!
—No sé cómo hacer para dejarte marchar.
—Debes hacerlo.
Lali alzó la cara y lo miró, decidida a volver a hacerle ver las cosas según su
punto de vista.
—¡Aunque renunciaras a tu riqueza, a tu status, mira lo que recibirías a cambio!
—Lo sé muy bien.
—Entonces, ¿por qué tiene que ser así? ¿Por qué te tienes que marchar? ¿Qué
me ocultas?
Peter se quedó en silencio un momento. Luego dejó escapar una exhalación y dijo:
—Tengo que casarme con otra mujer.

VOLVÍ PARA QUEDARME VOY A SUBIR TODAS LAS NOVELAS DESPUÉS LO ORGANIZO Y LES DOY EL HORARIO Y DÍA DE CADA NOVE CHAU BESOS

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