domingo, 11 de agosto de 2013

CAPITULO 16




Peter se acercó y la besó apasionadamente. Por un segundo pensó que debería de
estar sintiendo culpa, puesto que estaba prometido a otra mujer. Pero esa mujer era
tan extraña para él como la posibilidad de dar la espalda a su país y a su herencia.
Sólo podía sentir el dulce calor de la boca de Lali, la suave caricia de su
lengua, la gloria de su cuerpo enredado en el de él mientras la besaba más
profundamente y la abrazaba más fuertemente.
La pasión que caracterizaba a Lali salió a la superficie en aquel beso. Ella le
acarició la espalda como si estuviera tratando de aprender de memoria cada sensación.
Peter le agarró el cabello y la siguió besando. Ella subió una pierna encima de la de él y
él le agarró la cintura. Se separaron un momento, pero sólo un momento, para respirar
antes de volver a besarse. Peter deslizó una mano por entre sus muslos y Lali se
revolvió como animándolo.
Pero la realidad le golpeó de pronto, y se dio cuenta de que si seguía, no iba a
poder parar. Se olvidaría de todo y la llevaría a la cama. Y le haría el amor toda la
noche, destruyendo su decisión de no volver a hacerle daño.
Dejó de besarla y tratando de tomar aire dijo:
—Sigues siendo demasiado difícil de resistir.
—Entonces, ¿por qué te molestas en ello?
—Tú sabes por qué. Porque yo...
—¿Tienes que volver al reino mágico? —ella se apartó y se sentó en la otra punta
del sofá—. No tienes que recordármelo otra vez.
—Me alegra que finalmente empieces a comprender.
Lali tomó un cojín y lo apretó contra sus pechos.
—Ahora que sabemos que te marchas, por enésima vez, he tomado una decisión.
—¿Qué?
—He decidido que vayas al campamento conmigo.
Peter sonrió, complacido.
—Bien. Podemos ir en la limusina en lugar de en tu camioneta.
Ella le tiró el cojín en la cara.
—¿Qué tiene de malo mi camioneta?
—Nada. Pero es para llevar comida para el ganado y heno, y para hacer viajes
cortos. Pero podemos ir más cómodos. Y por si no lo recuerdas, nuestro hijo ha
expresado su deseo de viajar en limusina. Puede llevarnos Riera.
Lali se mordió el labio inferior.
—Puede ser buena idea... —dijo—. En la limusina hay mucho sitio, sitio de sobra
—sonrió—. Seguro que uno se puede tumbar, si quiere.
—Lali... —le advirtió él.
Lali alzó los brazos por encima de la cabeza, dando una buena visión de sus
pechos debajo del satén. Luego se irguió y se puso de pie delante de él.
—Relájate, Peter. Te prometo que no te haré hacer nada que no quieras.
Eso era exactamente lo que temía él.
—¿Tienes un minuto, Lali? —le preguntó Julia al día siguiente.
Lali alzó la vista de las cosas que estaba preparando para el campamento.
—Sí, claro. ¿Qué ocurre?
—Tengo algo que decirte.
Lali dejó a un lado la manta de picnic y se preparó para que le diera un sermón
sobre Peter.
—He aceptado que Peter venga conmigo, si eso es lo que te preocupa.
—Lo sé. Peter me lo ha dicho. Pero esto no tiene nada que ver con él.
Lali palmeó el colchón para que Julia se sentara a su lado. Parecía algo serio.
Julia se sentó a su lado y rodeó los hombros de Lali.
—Cariño, Bartolome me ha pedido que me case con él.
—¿Y qué es lo nuevo?
—Que esta vez he dicho que sí.
Lali sintió la pena de perder a alguien con quien podía contar
incondicionalmente.
Pero disimuló su egoísmo con una sonrisa y palmeó la pierna de Julia.
—Bueno, ya era hora —le dijo.
Julia apretó el hombro de Lali maternalmente y dijo:
—Entonces, ¿te parece bien?
—¿Estás pidiéndome mi aprobación?
—Te estoy preguntando cómo te sientes con esto.
Lali se levantó y se acercó a un escritorio que había en su habitación. Luego
se dio la vuelta.
—Por supuesto que me parece bien. Me parece estupendo.
Pero no parecía contenta.
Se reprimió las lágrimas y respiró profundamente para alejarlas.
Julia se acercó a ella y puso las manos en los hombros de Lali.
—Sé que es mal momento, estando Peter aquí. Pero Barto se ha comprado una casa
rodante nueva, y quiere viajar.
Lali se dio la vuelta.
—¿Quieres decir que estarás fuera todo el tiempo?
—Mucho tiempo. Nos gustaría ver el país en estos años dorados, antes de que
seamos demasiado viejos para disfrutarlo.
Lali intentó sonreír, pero sus labios estaban rígidos.
—Eso suena estupendo, Julia.
Julia intentó sonreír también, pero pareció forzado también.
—Durante los veranos, Agustin y tú podéis venir con nosotros, cuando no esté en
el colegio.
—¡Oh, sí, Julia! Seguro que a Barto le encantará llevarnos cuando aún estéis de
luna de miel.
—El año que viene, tonta. No vamos a casarnos hasta que se vaya Peter.
—¿Por qué? Peter puede ser el padrino de Barto. ¡No cualquiera puede presumir de
tener un padrino príncipe! —bromeó Lali, pero se notaba tristeza en el fondo.
Julia quitó el cabello de Lali de sus hombros, un gesto tan familiar y entrañable
que Lali casi se puso a llorar.
—Ya llegará tu momento, Lali. Sólo tienes que abrirte. Puedes hacerlo después
de que se vaya Peter.
Al parecer, todo el mundo se obstinaba en recordarle que él se marcharía.
—El hecho de que Peter esté aquí o no, es indiferente. Excepto en lo concerniente
a Chance. No hay nada más entre nosotros.
—Siempre habrá algo entre vosotros dos, Lali: un niño y dos mundos diferentes.
Él no puede darte lo que necesitas. Pero algún día encontrarás un hombre que te lo
pueda dar.
Lali tenía ganas de gritar que ese hombre no existía, sobre todo en su mundo.
—Estoy satisfecha con mi vida, Julia. Mi trabajo y Agustin son todo lo que
necesito. Y me alegro por ti y por Barto. Tú eres la única madre que he conocido, y si no
hubieras estado a mi lado cuando murió papá, y luego Daniel, no sé qué habría hecho yo.
Tú te mereces un poco de felicidad también.
Julia la abrazó.
—Siempre estaré contigo, cariño, si Dios lo permite —miró a Lali—. Como he
estado en todas las penas y problemas, y cuando nació Agustin... Y estaré cuando tu
príncipe se vuelva a marchar.
«Su príncipe». Hacía mucho que sus sueños de un príncipe azul se habían
desvanecido. El jeque Peter Lanzani los había roto. Y podría destrozar su vida, si se lo
permitía.
Pero no permitiría que destruyese su vida esta vez.
Como siempre, sobreviviría. Agustin y ella lo superarían juntos. No necesitaba un
príncipe, a uno al que probablemente amaría toda la vida.