domingo, 4 de agosto de 2013

CAPITULO 15

Peter sonrió al recordarlo.
—Creo que tienes rodillas muy sensibles.
Lali se abrazó las piernas.
—Ni se te ocurra...
Peter se acercó a pesar de que una voz interior le decía que no lo hiciera.
—Sería gracioso saber si sigue siendo cierto.
—¡El mismo chulo de siempre!
—Antes, era el único modo de que hicieras lo que yo quería.
Lali dejó de sonreír, y su expresión se suavizó, tomando la apariencia de una
mujer más que deseosa de complacerlo en lo que le pidiera.
—Esa no era la única forma.
Peter volvió a recordar la noche del estanque. Ninguna mujer se había entregado
con tanto abandono. Y teniendo en cuenta que era poco más que una niña, se
preguntaba cómo sería entonces, que ya era una mujer.
Lali le quitó un mechón de la frente y le preguntó:
—¿Piensas alguna vez en esa noche, Peter? No en Daniel, sino en lo que sucedió entre
nosotros.
A pesar de haber pasado siete años, los recuerdos aún asaltaban sus sueños.
—Sí.
—¿Has deseado alguna vez que no hubiera sucedido?
Peter le tomó la mano y le besó la palma.
—Supongo que si pudiera cambiar algo de aquella época, serían dos cosas.
Ella deslizó un dedo por su mejilla.
—¿Cuáles? —preguntó.
—Que pudiera haber salvado a Daniel de su suerte. Y que pudiera haberme
quedado.
La cara de Lali se iluminó, como si le hubieran regalado las estrellas que
contenían sus sueños.
Se inclinó hacia adelante y le dio un beso suave en la mejilla.
—Gracias —le dijo.
Él no se merecía su gratitud, ni ahora ni entonces.
—No ha cambiado nada, Lali . No podemos repetir lo mismo. Me iré y te
abandonaré otra vez.
Ella le tomó la cara y le dijo:
—Podemos recuperar el tiempo perdido. Hay muchas horas en catorce días.
«No las suficientes», pensó Peter . Ni la suficiente distancia entre ellos.
Le miró los labios. No podía dejar de mirar la boca de Lali.

A LA NOCHE SIGO EL MARATON

CAPITULO 14


Peter tiró el móvil en el sofá y juró internamente por las obligaciones de su cargo.
Según su padre, la situación en Barak exigía que volviese inmediatamente. Peter
había logrado negociar que se quedaría dos semanas en lugar de cuatro, con la excusa
de que tenía que ocuparse de una inversión aún. Sólo una semana con su hijo después
de su regreso. Nunca le alcanzaría el tiempo.
Tiró en el sofá el periódico que tenía en el regazo. Se sentía como un niño con
una pataleta. Y eso no le serviría.
—¿Algún problema, Peter?
Peter observó a Lali entrar en la habitación y sentarse en el sofá, cerca de él.
Llevaba un pijama de seda color champán. Aquella visión casi le hace olvidar sus
problemas. Pero no quería que lo distrajera. Ahora que sabía que tendría que
marcharse antes, tenía muchas cosas que hablar con ella.
—Me temo que tengo que acortar mi estancia. Me han llamado para que vaya.
—¿Esta noche? —preguntó ella, sorprendida.
—No, pero no me podré quedar tanto tiempo como pensaba. Debo volver dentro
de dos semanas.
Lali pareció relajarse y encogió las piernas encima del sofá. Estaba bebiendo
un vaso de té helado.
—¿Te ha llamado Riera?
—He hablado con mi padre. Quiere que vuelva.
—¿Siempre haces lo que te dice que hagas?
Peter había esperado su reproche, pero no su interrogatorio.
—Tengo obligaciones, Lali. Seguro que lo comprendes, ahora que tienes un
hijo.
—Yo no veo a Agustin como una obligación. Lo veo como una alegría, no como un
trabajo.
—¿Esperas que eluda mis responsabilidades?
—Lo que yo esperaría es que el ser príncipe te hiciera más feliz.
—¿Y en qué basas esa suposición de que no soy feliz con lo que soy?
—No pareces feliz, no como antes. Casi no te he visto sonreír, y mucho menos
reír. De hecho, casi todo el tiempo estás serio. Ese no es el Peter que yo recordaba.
El jeque Peter Lanzani había reemplazado al Peter que ella había conocido. Peter
llevaba ahora una carga sobre sus hombros, la responsabilidad que debía asumir el hijo
mayor del rey.
—Ese estudiante relajado que tú conociste, ya no existe.
—¡Oh! Yo creo que sigue ahí, muriéndose por salir a la superficie.
—Lamentablemente, ese no es el caso.
Lali dejó el vaso sobre la mesa y dijo:
—Me daría mucha rabia que fuera así, Peter. También me espantaría que Agustin
tuviera que someterse alguna vez a semejante presión, que lo haga perder el gusto por
la vida.
—Dudo que pierda esos atributos, teniendo en cuenta quién es su madre.
Lali sonrió.
—Supongo que eso es un piropo.
—Sí. Me gusta tu espíritu libre, tu pasión por la vida.
—Y yo apreciaba tu pasión, también.
Peter pensaba que se refería a la pasión que habían compartido. Pero no quería
recordarlo aquella noche, teniéndola tan cerca.
Peter carraspeó y se echó hacia atrás en el sofá, queriendo aparentar estar
relajado.
—He aprendido a manejarme con las exigencias de mi posición. Soy quien soy.
—Es un título, Peter, no quién eres tú. Mi padre nunca intentó transformarme en
alguien que no soy. Ni Daniel. Dejaron que fuera yo misma.
—Si no recuerdo mal, Daniel dijo una vez que a ti no había con qué atarte.
Lali echó la cabeza hacia atrás y se rió. Esa risa llenó de vida Peter.
—Sí, eso decía. Y tú decías cosas peores. Siempre me estabais tomando el pelo.
Me volvíais loca...
—Eras un blanco fácil.
Ella sonrió.
—Un blanco movedizo, querrás decir. Sobre todo cuando veníais a hacerme
cosquillas

CAPITULO 13


Peter le dio la camiseta mojada.
—Podrías devolverme mi ropa ahora, ¿no?
Lalisonrió malévolamente.
—¿Quieres que lo haga ahora?
—¿El qué?
—Cambiarme de camisa —se acercó a él—. ¿O es que quieres algo más de mí?
Peter respiró profundamente.
—Preferiría que dejaras de hacerme ofrecimientos que no puedo aceptar.
Decidida a atraerlo, Lali deslizó un dedo por su pecho y siguió la línea de vello
hasta el ombligo.
—¿No puedes aceptarlos o no quieres?
—Ya hemos hablado de esto, Lali. No puedo aceptar.
Ella miró su sexo, prueba de su deseo.
—A mí me parece que sí puedes —agregó.
Peter agarró su mano, apoyada en su vientre. Sus músculos se tensaron. Lali
contuvo el aliento, preguntándose si aquella vez aceptaría su invitación.
Aunque quisiera negar su deseo, Peter la miraba con ojos hambrientos.
—¿Es esto lo único que quieres de mí, Lali? ¿Esto y nada más? ¿Y después?
¿Estarás satisfecha?
—Sí, lo estaré.
Peter le quitó la mano y se apartó.
—Quizás, pero yo, no. Si te tengo, te prometo que te querré tener más de una
vez, hasta que me tenga que ir. Piénsate bien si de verdad quieres hacer el amor
sabiendo que no habrá nada más entre nosotros.
Dicho esto, dejó la camiseta en la mesa y salió de la cocina.
Ella se quedó pensando en la verdad que entrañaban sus palabras. Si lo volvía a
tener una vez, ¿se conformaría?

PERDÓN ME SALIO CORTO PERO SUBO MAS

CAPITULO 12

VOY A A SER OTRO MARATÓN ESTA VES TEMPRANO


Cuando Lali entró en la cocina sintió un frío recorriéndole la piel. Pero no era
por el aire acondicionado, ni por su piel mojada. Era debido a Peter.
Aún sentía la sensación de su lengua en sus pechos, sus manos en su trasero,
moldeándolo, su cuerpo apretado íntimamente contra el suyo. El sólo pensarlo la
estremecía.
Lali se envolvió con sus brazos. Se dio cuenta tarde de que su tía la había visto.
Julia agarró un trapo de cocina de la encimera y la miró de los pies a la cabeza.
—¿Me equivoco, o esa es la camisa que llevaba Peter esta mañana?
Lali se sintió como una colegiala sorprendida en una travesura.
—Se me ha mojado la camiseta con el cubo de agua. Peter me ha dejado su camisa
porque la mía estaba empapada.
Julia sonrió.
—¿Ya os habéis tenido que enfriar después de tres días?
—No te imagines cosas, Julia.
Julia le miró la boca y frunció el ceño.
—No son imaginaciones mías el ardor de tu cara, pequeña. Soy vieja, pero no
estúpida.
Lali abrió el armario y sacó un vaso. Sus manos temblaron mientras servía agua.
—No he dicho que seas estúpida. Sólo te digo que no te hagas suposiciones
equivocadas.
—No lo haré si tú no lo haces. En realidad, creo que es mejor que pienses bien lo
que haces antes de que cometas otro error.
Lali miró a Julia , que tenía un gesto más serio ahora.
—Yo no considero un error a Agustin, Julia , si eso es lo que quieres decir.
Julia se apoyó en la encimera.
—Por supuesto que no lo es. Es un envío del cielo. Pero tener una relación con
Peter sí lo sería. No se va a quedar, Lali. Recuérdalo.
No hacía falta que se lo recordasen. Ella no pensaba en otra cosa.
Pero no podía decirle a Julia que su intención era hacer el amor con Peter para
quitárselo de la cabeza.
—Por cierto, han llamado del campamento.
Lali sintió pánico.
—¿Qué sucede?
—Nada. Han llamado para recordarte que el sábado es el día de los padres.
Tienes que estar allí a las ocho y media de la mañana.
Lali se sintió aliviada. Tomó un sorbo de agua y tiró el resto en el fregadero.
—Sabía que era este fin de semana. Pero no recordaba que fuese tan temprano.
Puedo pedirle a Peter que dé agua y comida a los caballos...
Julia dejó el trapo de cocina a un lado y dijo:
—Yo daré de comer a los caballos. Peter debería ir contigo.
Lali volvió a sentir pánico.
—No puedo hacer eso, Julia. Agustin podría hacer preguntas. Es mejor que no
sufra ningún estrés mientras está fuera.
—¿Y cuándo vas a decírselo, Andi?
No lo había pensado. Lo único que sabía era que no quería confesarle algo tan
importante a Chance en un momento en que su hijo daba un paso hacia su
independencia.
—No sé cuándo se lo diré. Supongo que pronto. Antes de que se marche .
Julia suspiró.
—Es decisión tuya, pero yo sigo pensando que Peter debería ir.
—¿Adónde quieres que vaya? —la voz de Peter la sobresaltó.
Ahora no le quedaba más alternativa que proponérselo.
Lali dejó de sonreír cuando vio su torso desnudo, sus músculos cubiertos de
vello en el pecho.
En el granero había intentado no mirarlo en detalle. Pero ahora no podía
ignorarlo.
—En realidad, no tiene gran importancia. El campamento organiza un día para que
vayan los padres. Es el sábado.
—¿Un día para los padres?
—Ya sabes: juegos, barbacoa, ese tipo de cosas. Un aburrimiento.
Sobre todo para Peter , que se pasaría los días en un palacio, rodeado de oro y
fruta. Lali casi se rió al imaginarlo.
—Me gustaría mucho ir.
—¿Sí?
—Sí. Me dará la oportunidad de pasar más tiempo con mi hijo.
—Lo que había pensado yo —dijo Julia.
Lali estuvo a punto de decirle a su tía que nadie le había pedido su opinión, pero
se contuvo.
—No sé si es buena idea. Agustin se preguntará por qué vas tú.
—Puedes decirle que soy un amigo —dijo él—. No quiero forzarte a que digas
nada más, si eso te preocupa —continuó, con tono de sentirse herido y enfadado.
Era cierto que Peter no había tenido la oportunidad de conocer a su hijo. Pero
había sido culpa suya.
No obstante, debía pensar en el niño.
—Lo pensaré —dijo por fin.
Julia se marchó al vestíbulo.
—Os dejo solos para que lo habléis. Voy al porche a pelar habas —dijo antes de
salir.