viernes, 2 de agosto de 2013

CAPITULO 6


Lali estaba resentida por su repentina marcha. Por haberle hecho el amor y
haber desaparecido. Por haber concebido un hijo y haberla dejado sola para criarlo.
Por haberla dejado sola con el dolor de la muerte de su hermano. Pero no podía echarle
en cara no haberse ocupado de Agustin. En realidad, Peter no había sabido de su
existencia hasta ahora. También era cierto que eso no había sucedido por su lealtad a
una forma de vida que ella no podía comprender. Y peor aún, Peter no había intentado ni
siquiera dar una explicación, ni mantener el contacto.
No obstante, ella tenía que hacer lo mejor para todo el mundo, aunque eso
incluyese una tregua.
—Ya estoy de vuelta del resentimiento, Peter.
—Pero no me perdonarás nunca, ¿no?
—Te he perdonado.
Pero no podía olvidar.
—Me alegra, Lali. Sólo espero poder ganarme tu confianza.
Eso iba a ser más difícil, en opinión de Lali. Seguía temiendo que le quitase a
su hijo, sobre todo después de haberlo conocido. De todos modos, quería darle el
beneficio de la duda, al menos de momento.
—Entonces, ¿dónde vas a quedarte?
—Aquí.
—¿Cómo?
—Julia me ha dicho que sería mejor que estuviera cerca, y yo he estado de
acuerdo. Quiere quedarse en la casa del jardinero durante mi estancia. No me ha
parecido bien, pero ha insistido. He traído algunas cosas mías. Nicolas se quedará en el
hotel de Lexington hasta que me marche.
Lali sintió aprensión. Si se quedaba allí, lo vería todos los días. Y temía no poder
resistirse a él.
—Creo que deberías esperar a que regrese Agustin del campamento.
—Le he prometido a Julia que la ayudaría a arreglar la casa en ese tiempo.
Julia siempre pensando en todo, se dijo Lali.
—Supongo que una ayuda vendrá bien.
Suponía que tendría valentía. Pero en aquel momento tenía que hacer un gran
esfuerzo para no tocarlo, para no delinearle los labios, esos que dibujaban ahora un
gesto grave mientras la estudiaba.
Como si intentase probar su resistencia, Peter le tomó la mano. Ella se
estremeció. Pero tenía que controlarse. Tenía que probarse que era más fuerte que
antes. Tenía que probarse que sus recuerdos eran sólo fantasías de la juventud,
sueños que ya no existían en una mujer.
Lali sonrió, quitó la mano y abrió sus brazos.
—Bienvenido a casa, Peter.
Peter la miró de arriba abajo, como apreciando su figura. Luego finalmente,
aceptó el abrazo.
Peter se sintió bien contra su cuerpo. Se sintió fuerte, tibio, sólido. Ella recordó
lo agradable que eran sus abrazos, su exótica fragancia, su impresionante calor.
Recordó cuánto había echado de menos tenerlo en su vida.
Turbada por su reacción, se separó de él. Su mayor temor se había concretado.
—Gracias, Lali. Es estupendo estar en casa.

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