viernes, 1 de noviembre de 2013

CAPITULO 22





Peter estaba de pie, mirando a Lali, que estaba durmiendo. Ella no sabía que
estaba despierto. Llevaba horas levantado. Se había ocupado de los caballos, puesto
que quería que Lali pudiera quedarse más rato en la cama, después de la pasada
noche.
En realidad debería de haberse sentido culpable por haberle hecho el amor
hasta casi el amanecer. Pero no lo lamentaba. Lo único que lamentaba era que el tiempo
con ella fuera limitado.
Se sentó al borde de la cama y siguió observando a Lali.
Recordaba cada detalle de la pasada noche, de lo que había sentido. Había sido
un volver a vivir las sensaciones del pasado. Y sabía que jamás podría enterrarlas por
completo.
Miró el reloj y vio que eran cerca de las diez. Era mejor que la despertase, si no
quería que se enfadara con él. Se acercó y deslizó un dedo por su columna vertebral y
por su trasero. Ella se estiró y suspiró, soñolienta. Pero no estaba seguro de si tenía
los ojos cerrados o abiertos, puesto que el pelo le tapaba la cara.
Finalmente alzó la cabeza, se quitó el cabello de la cara y lo miró.
—¿Qué hora es?
—Hora de que te levantes, me temo.
Se puso boca arriba sin importarle su desnudez. A Peter en cambio, no le
resultaba indiferente su cuerpo desnudo.
Después de mirar el reloj, Lali se incorporó de un salto.
—¡Oh! ¡He perdido casi todo el día!
—Necesitabas dormir.
Ella sonrió.
—Supongo que sí, teniendo en cuenta que he estado despierta casi toda la noche,
gracias a ti.
Peter se inclinó y le dio un beso suave en los labios.
—No, gracias a ti.
Ella extendió sus brazos y le rodeó el cuello.
—Creo que he usado partes de mi cuerpo que no usaba desde hace años —dijo.
—¿Y te duele algo?
—Es un dolor agradable. Muy agradable.
Sin poder remediarlo, él le besó el cuello, y no pudo resistirse a besar sus
pechos.
—Tal vez deba hacer algo para aliviar ese dolor.
—Lo siento. No tenemos tiempo ahora —respondió ella.
Se levantó de la cama, y lo dejó solo, contemplando el muro emocional que había
construido entre ellos dos.
Después de ponerse la bata, Lali lo miró y le dijo:
—Tengo que hacer que Sunny haga algunos ejercicios en el terreno si quiero
ensillarla para fin de mes.
Sería mejor, pensó él. Si por él hubiera sido, se habría quedado todo el día en la
cama, sin ocuparse de sus responsabilidades. ¡Qué fácil hubiera sido, ahora que él
había redescubierto el placer de hacer el amor con Lali! Pero no se tenía que
olvidar de lo que tenía que hacer, no sólo aquel día, sino dentro de varias semanas.
—Barto está en el granero. Me está ayudando a arreglarlo.
Ella agarró un cepillo del comodín y se cepilló el pelo con rabia.
—No puedo pagarle a Barto.
—Yo me ocuparé de eso.
Lali dejó el cepillo a un lado y dijo:
—Bien, voy a darme una ducha.
Y se marchó.
Peter se extrañó de que ella no hubiera protestado por su ayuda económica. Tal
vez empezara a comprender que su dinero podía ayudarla a ella y a su hijo.
Cuando volvió al granero, descubrió que Barto casi había terminado de quitar el
lecho del primer establo para poner la moqueta de goma que iba debajo.
Barto se apoyó en su pala, luego se tocó el bigote.
—¿Lali sigue pegada a las sábanas?
—Está despierta ya.
El hombre chasqueó la lengua y echó otra palada de lecho en el carro.
—Se me olvida que no siempre comprendes el idioma. Supongo que es porque
recuerdo cómo eras cuando vivía Daniel. Se te veía más relajado. Relájate. Hasta en la
forma en que hables.
Eso era antes de que tuviera el peso de un reino en sus hombros.
—Hace mucho que no vivo aquí.
Un silencio espeso se alzó entre ellos, hasta que Barto habló nuevamente:
—¿Te ha contado Lali que Julia y yo nos vamos a casar?
—Sí. Anoche. Enhorabuena a ambos.
—Tess me ha dicho que tú también vas a casarte al final del verano.
—Está arreglado así.
—Es una forma extraña de decirlo.
Peter lo veía como lo que era, un arreglo.
—Prefiero que no le hables de esto a Lali hasta que tenga tiempo de
decírselo.
Barto se encogió de hombros.
—Es asunto tuyo, supongo. Pero a mí me parece que ella merece saberlo —dijo
Barto; luego pareció volver al trabajo.
Pero cuando Peter iba a marcharse a juntar más madera para los establos, Barto lo
detuvo.
—Sabes que el padre de Lali fue un buen amigo mío...
Peter se detuvo y lo miró.
—Lo recuerdo.
—Creo que tú le habrías gustado.
—Fue un buen hombre, según me han dicho.
—El mejor. Y Lali era todo para él. No digo que no quisiera al chico, porque no es
cierto. Pero Paulie era más como su madre que como Bob. Lali es como su padre.
Según él, era incapaz de hacer algo malo.
—Es una buena mujer.
—Por eso quiero decirte algo.
Ahora venía lo que realmente le quería decir, pensó Peter.
—Te escucho.
Barto se quitó la gorra y se pasó los dedos por su cabello canoso, luego se la volvió
a poner.
—Agustin es un buen chico. Se merece lo mejor. Se merece un padre como el de
Lali. Yo he intentado estar a su lado cuando lo ha necesitado, para enseñarle lo que
sé, que no es mucho. Pero soy demasiado viejo, y es por lo que te digo que si no puedes
ocupar ese lugar, es mejor que dejes a Lali sola, para que pueda encontrar a alguien
que lo pueda ocupar.
Peter odió internamente la intromisión de Barto. Pero comprendía que lo hacía por
proteger a Lali y a Agustin. También se dio cuenta de que había bastante lógica en
lo que decía.
—Tendré en cuenta tu consejo.
—Me alegro. Pero también sé lo difícil que es ignorar a una mujer como Lali.
Julia es igual. Con una fuerza de voluntad de hierro, cabezona, un poco salvaje, pero en
el buen sentido. No es fácil dejar escapar a una mujer así.
Él lo sabía muy bien. Había sabido que tener una relación con ella iba a ser un
gran error. Ahora le tocaría cortar los lazos cuando llegase el momento.
—Te prometo que haga lo que haga por mi hijo, será por el bien de todos.
—Cuento con eso, Peter —Barto dejó la pala a un lado, y se secó las manos en los
vaqueros—. Tengo que hacer un par de cosas donde los Hammond, pero volveré al
atardecer.
—Voy a intentar terminar este establo antes de que vuelvas.
—Sí.
Peter se echó a un lado para dejar salir a Barto, pero antes de que Barto llegase a
la puerta, se dio la vuelta otra vez.
—Y una cosa más, Peter. Como yo era el mejor amigo del padre de Lali, quiero que
sepas que ella es como una hija para mí —lo señaló con el índice—. Y si le haces daño a
Lali, tendrás que vértelas conmigo.
Después de dicho esto, se marchó.
Peter no quería herir a Lali, si podía evitarlo. Pero cuanto más íntima se hacía
la relación con ella, más riesgo corría de hacerle daño. Y de hacérselo a sí mismo

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