miércoles, 6 de noviembre de 2013

CAPITULO 25


Peter se pasó los días siguientes trabajando en el establo.
Su deseo y amor por Lali ganaban, al menos de momento. Cuando tomase a
Maria por esposa, si lo hacía, se condenaría a una unión sin amor. Y cuando la llevase a
su cama, siempre se imaginaría a Lali.
Eso sería muy injusto para Maria. Era una buena mujer. Se merecía a un hombre
que pudiera darle más que él. Era una mujer culta que, como él, había aceptado la unión
por obligación. Pero si Peter terminaba con aquel acuerdo, despertaría la ira y el
desprecio de su padre.
Tendría que pensar qué era lo mejor para todos. Y eso no sería fácil. Y en pocos
días, abandonaría a Lali , a su hijo.
Peter se duchó y bajó. Encontró a Lali hablando por teléfono.
—De acuerdo, cielo. Ahora duérmete tranquilo. Te veré mañana.
Peter se sentó en el sofá y cuando Lali colgó, le hizo señas para que se sentara
a su lado. Parecía preocupada, aunque sonriese.
—Era Agustin. Quería estar seguro de que lo íbamos a buscar en limusina.
Peter sonrió también para disimular su preocupación.
—¿Y le has dicho que sí?
—Sí.
Peter volvió a palmear el sofá para que se sentara a su lado.
En lugar de sentarse a su lado, Lali, se sentó en su regazo. Él la abrazó
fuertemente y disfrutó de su fragancia mezclada con perfume de champú, y de la
suavidad de su cuerpo suave envuelto en satén.
—Estoy preocupada por Agustin.
—¿No se encuentra bien?
—Dice que está bien, pero parece cansado.
—Supongo que estará cansado.
—Espero que sea sólo eso.
Peter le dio un beso en la frente y le acarició el cabello.
—¿Qué te hace pensar que no es así?
—Intuición de madre. Es posible que esté un poco paranoica también.
—Te preocupa su salud, Lali, simplemente.
—Lo sé. Pero cuando tenía casi tres años, se subió a una cerca y se cayó de
espaldas. Al principio estaba bien. Pero luego, la siguiente mañana, se quejó del
hombro. Lo llevé al médico y descubrimos que se había roto la clavícula. Tendría que
haberlo llevado al médico esa misma noche.
Peter le alzó la barbilla y la obligó a mirarlo.
—Fue sólo un error, Lali. No quiere decir que no te ocupes de él.
—Lo sé, pero me sentí fatal, como si fuera una mala madre.
—Eres una madre maravillosa. No podría haber escogido mejor madre para mi
hijo.
Lali le dio un beso en la mejilla.
—Gracias —después de estudiarlo un momento, agregó—: Y ahora, dime, qué te
está preocupando.
Peter debería de haberse sorprendido de que ella lo conociera tanto. Pero en la
última semana parecían haberse compenetrado muy bien.
—Me temo que tengo noticias más que insatisfactorias.
Lali se puso rígida.
—¿De qué se trata?
—He hablado con mi padre hoy, y debo regresar a Barak el jueves.
—Se suponía que no te marchabas hasta el domingo —le dijo ella, con frustración
y fuego en los ojos—. ¿Así que tu padre chasquea los dedos y tú vas corriendo? Me
gustaría saber cuál es su secreto para hacerte hacer lo que quiere.
—Es complicado, Lali. No puedo darme el lujo de ir y venir cuando quiero.
Lali se bajó de su regazo y se sentó en el otro extremo del sofá.
—Me das pena, Peter. Debe de ser horrible tener ese peso, el no tener voluntad
propia.
Peter sintió rabia.
—Tengo voluntad propia. Pero también tengo responsabilidades.
Lali puso los ojos en blanco.
—Lo sé, lo sé. Pero, ¿y qué me dices de la responsabilidad hacia tu hijo? No has
pasado nada de tiempo con él. ¿Es eso con lo que va a contar en el futuro? ¿Con un
padre que puede ser que venga a verlo o no?
Peter bajó la cabeza.
—Lo he estado pensando. Sólo puedo prometerte que estaré aquí todo el tiempo
que pueda.
Lali suspiró.
—¿No tenemos mucho tiempo para decidir cuándo se lo decimos, no?
—No.
Lali se levantó del sofá.
—Supongo que lo haremos cuando llegue el momento —dijo.
Peter se puso de pie.
—¿A qué hora saldremos mañana para ir a buscar a Agustin?
Lali se cruzó de brazos.
—No iremos tú y yo, Peter. Irás tú.
—No comprendo —él frunció el ceño.
—He decidido que tú lo vayas a buscar solo. De ese modo, podrás tener tiempo
para estar a solas con él y conocerlo.
—Pero tú...
—Yo lo veré cuando regrese. Yo lo tendré el resto de mi vida. Tú, en cambio,
tienes poco tiempo.
Peter se dio cuenta de la difícil decisión que había tomado ella, y del dolor de
cabeza que le estaba causando.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres?
—Sí, estoy segura.
—¿Quieres que yo le diga...?
—No. No quiero que le digas nada de que eres su padre. Creo que yo debería
estar presente cuando lo sepa.
—Será un honor ir a buscarlo.
Lali empezó a dirigirse a la escalera.
—Buenas noches, Peter.
—Estaré contigo en un momento.
—Me gustaría dormir sola esta noche. Estoy muy cansada —ella se dio la vuelta.
—Haré lo que me pides, Lali. Pero me gustaría pasar esta última noche
contigo, antes de que regrese Agustin.
—Está bien así, Peter—dijo con voz cansada—. Los dos sabíamos que esto no sería
eterno. Así que da igual que se termine ahora.
Él hubiera querido gritar que quería estar a su lado toda la vida. Que no quería
que aquello terminase, pero se calló.
—Que tengas dulces sueños, Lali.
Ella se rió forzadamente y le dijo:
—Ya no creo en sueños, Peter.

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