sábado, 17 de agosto de 2013

CAPITULO 19



—Antes de que te vea Riera.
—¿No has dicho que no podía ver?
—No creo que pueda, pero nunca he ido delante para saberlo.
Lali se subió a su regazo y se sentó a horcajadas.
—Esperemos que haya suerte y que no nos vea. Además, puedes decirle que
tenías algo en el ojo y que yo me subí a quitártelo.
Él le rodeó la cintura.
—No creo que Riera se trague esa excusa.
—Teniendo en cuenta al dueño del coche, supongo que Riera habrá visto de
todo.
—¿Qué dices?
—Tú con otras mujeres...
—Uso este coche para asuntos de negocios solamente.
Lali le lamió la oreja y susurró:
—Entonces, tal vez debamos ocuparnos de este asunto.
—Lali, ¿por qué insistes tanto en esto?
Ella lo miró y dijo:
—Porque necesito saber si fue verdad lo que me hiciste sentir, si no hay hombre
que pueda compararse contigo, o si sólo son imaginaciones mías —le pasó la punta de la
lengua por los labios—. Quiero saber si realmente eres tan estupendo.
Peter apretó más su cintura.
—¿Quieres decir que quieres compararme con otros hombres? ¿Ha habido
muchos, Lali?
Sólo había habido otro hombre, una breve aventura que había sido más que
decepcionante.
—Digo que ocurrió hace mucho tiempo y que necesito refrescar la memoria —se
movió contra él, y notó un leve bulto debajo de su trasero.
—¿Llevas cigarrillos en el bolsillo o es que te alegras de verme?
Peter sonrió.
—A veces puedes ser muy traviesa, Lali.
—No lo sabes bien. Pero me gustaría demostrártelo.
Peter pareció indeciso. Lali se dio cuenta de cuándo había dado por perdida la
batalla cuando exhaló un suspiro.
—Tal vez tenga que mostrarte unas pocas cosas.
Agarró sus caderas y la apretó contra él. Ella sintió su sexo. La movió hacia
adelante y hacia atrás, contra su erección, provocando una deliciosa fricción erótica. Y
Lali sintió calor en el exacto lugar que él le estaba frotando.
—Recuerdo mucho de lo que sucedió aquella noche —dijo él casi suspirando—.
Recuerdo tu aspecto de inocencia, recuerdo tu piel bajo mis manos...
Metió sus manos debajo de su braguitas y acarició su trasero desnudo.
—¿Te acuerdas de mí tocándote de este modo? —preguntó Peter, sin dejar de
frotarla contra su sexo con un ritmo regular.
Ella entrelazó sus dedos a su pelo.
—Tal vez.
Lali sintió el suave beso en sus pechos. Luego su lengua mordisqueando su pezón.
—Recuerdo tus gemidos de placer cuando te besaba de este modo, cómo me
rogabas que continuase...
En aquel momento, ella le habría rogado que siguiera, si él hubiera parado.
—Ahora me empiezo a acordar, pero se me escapan los detalles...
En realidad, a ella no se le habían olvidado los detalles.
Peter empezó a mover sus caderas en sincronización con las de ella, aumentando el
contacto entre sus cuerpos, que se amoldaban perfectamente el uno al otro.
—Me acuerdo de lo valiente que fuiste, cómo aguantaste el dolor...
El dolor no había sido nada, comparado con el placer. Y Peter seguía
proporcionándole placer con aquellos movimientos eróticos, frotando el algodón contra
la seda, creando una deliciosa sensación en el preciso lugar que lo necesitaba.
Peter le desabrochó dos botones más de la blusa. Ella sintió un aire fresco en sus
pechos desnudos.
Lali cerró los ojos, arrullada por el sonido de su voz sensual.
—Recuerdo cómo temblabas debajo de mí. Lo tibio, húmedo y suave que estaba
tu cuerpo. Y me recuerdo totalmente entregado a ti en aquel momento.
Ella recordaba aquella sensación de estar entregada a él por completo. La estaba
repitiendo en aquel momento, mientras él le succionaba el pecho, acariciándola con su
lengua. Pero sólo duró hasta que él le ordenó:
—Mírame, Lali.
Ella abrió los ojos lentamente y lo encontró mirándola intensamente.
—¿Te acuerdas de lo que se sentía estando tan juntos?
Peter movió las caderas y la hizo gemir.
—Sí, lo recuerdo —contestó ella.
—¿Recuerdas lo que te dije?
—Repítemelo, por las dudas.
—Te dije que nunca había perdido el control de tal manera. Que nunca había
tenido aquellos sentimientos y que nunca había deseado tanto a una mujer.
Ella no pudo articular una palabra coherente, porque los movimientos de Peter no
la dejaban pensar, sólo sentir, aunque aun tuviera que usar las manos con ella, algo que
ella deseaba.
Él siguió el asalto a sus sentidos, tocándola sólo con las palabras y con aquellos
movimientos eróticos.
—También recuerdo que cuando no pudiste más de goce, gritaste mi nombre.
Y eso fue exactamente lo que Lali hizo otra vez, cuando Peter la llevó a la cima
del placer. Aquella vez vio estrellas literalmente, aunque no eran las mismas que las del
cielo que los cubría.
Lali se derrumbó encima del pecho de Peter y tembló descontroladamente,
mientras él la abrazaba estrechamente contra su corazón, que latía contra la mejilla
de Lali.
Cuando el mundo volvió a aparecer a su alrededor, ella se sintió un poco tonta.
También se dio cuenta de que Peter le estaba tapando la boca con la mano.
—Seguramente, Riera lo ha oído —sonrió él—. ¿Quieres volver a gritar?
Lali agitó la cabeza, muda aún, a pesar de que Peter le había quitado ya la mano
de la boca.
—¿Te he refrescado la memoria? —preguntó él.
—Totalmente —dijo ella.
En realidad, había hecho más que eso.
—Bien —Peter la puso a un lado y se sentó en el asiento de en frente.
Lali se quedó mirándolo.
—¿Y eso es todo? —preguntó, sorprendida.
—¿No ha sido suficiente?
—Quiero que termines esto, maldita sea.
—Está terminado, Lali.
—¿Quieres decirme que quieres dejarlo ahí? Aunque tú no hayas...
—Eso no debería importarte...
Ella miró su evidente abultamiento en el short.
—Sí me importa. Lo quiero todo, y apuesto a que tú también.
—Tú quieres más de lo que yo puedo darte.
—Quiero sexo, Peter. Sexo, puro y duro en la limusina. No pido mucho.
—Quiero marcharme sabiendo que no he hecho nada que pueda hacerte daño.
—Si estás preocupado por la posibilidad de dejarme embarazada, estoy
preparada para eso —agarró el bolso del suelo del coche, lo abrió y le mostró los
preservativos que había comprado el día anterior.
—Es una idea sensata, Lali, pero, ¿has pensado cómo vas a proteger tu
corazón?
Lali sintió rabia al sentir que él ponía el dedo en la llaga que tenía desde hacía
siete años.
Al parecer, para Peter, seguía siendo la misma niña inocente que se había
enamorado de él.
—No lo has comprendido, Peter. No quiero nada más que un revolcón. Ninguna
promesa de futuro. Ni siquiera te pido que duermas en la misma cama.
Era mentira. Pero su orgullo no le permitía admitir que quería más. Que quería
estar con él el resto de su vida. Que quería que fuera parte de la vida de Agustin. Pero
lo que más deseaba era su amor, algo que sabía que jamás iba a tener.

A LA NOCHE LO SIGO

3 comentarios:

  1. hola me llama maria ines me encanta esta nove la vas a seguir quisiera saber como termina...

    ResponderEliminar
  2. como vos si queres la voy a seguir

    ResponderEliminar