sábado, 3 de agosto de 2013

CAPITULO 11


Peter no pudo reprimirse el contestarle de algún modo.
Se acercó a ella antes de que su cerebro registrase el movimiento. Pero su
cuerpo sabía perfectamente que tenía a Lali contra el establo.
La besó sin pensar en las consecuencias. Metió su lengua entre sus labios
entreabiertos y deslizó sus manos por debajo de la camiseta mojada para agarrar sus
pechos. Ella gimió al sentir su tacto en los pezones. Lali movió las caderas contra
él, torturándolo. Él estaba excitado, a punto de perder todo control. Deseaba poseerla
allí mismo, sin importarle el lugar donde estaban, ni la falta de intimidad.
Lali alzó los brazos y Peter le quitó la camiseta. La tiró al suelo y formó un
sendero de besos entre el húmedo valle de sus pechos. Ella se arqueó y su pecho subió
y bajó con el latido desesperado de su corazón. Luego contuvo la respiración cuando él
le succionó los pezones.
Estaba tan inmerso en el sabor de su piel húmeda, en la sensación de su suavidad
contra su lengua, que tardó en darse cuenta de que la cremallera de su pantalón
estaba abierta. Cuando lo notó, agarró la muñeca de Lali y le dijo:
—No, Lali —se apartó de ella.
Al verla desnuda de cintura para arriba, se dio cuenta de que había estado a
punto de olvidarse de todo nuevamente.
Se quitó la camisa y la tapó con ella.
—Ponte esto —le dijo.
—Pero...
—Póntela.
Cuando ella tomó por fin la camisa, él caminó hacia el establo que había al otro
extremo. Estaba convulsionado. Le costaba recuperar el ritmo normal de la
respiración.
Cuando se dio la vuelta, afortunadamente ella se había tapado. Su camisa le
llegaba a las rodillas, pero la excitación de Peter no se había diluido completamente, a
pesar de que estuviera completamente cubierta.
—Me he prometido que esto no ocurriría —dijo él con la voz llena de deseo.
Ella se cruzó de brazos.
—No sería la primera vez que rompieses una promesa, Peter.
—¿Qué promesa he roto?
Ella caminó por el pasillo y luego se dio la vuelta.
—Aquella noche, en el estanque, prometiste que no me dejarías.
—Me refería a ese momento, Lali. A esa noche. No a toda la vida.
—No dio esa impresión.
Peter reconocía que probablemente le había hecho creer que se refería a siempre.
Y eso le hizo sentir más culpa.
—Te dije muchas cosas aquella noche, pero ambos estábamos pasando por un
tremendo dolor.
Totalmente sumergidos el uno en el otro. Perdidos en un amor prohibido...
—Entonces, ¿nada de aquello fue sincero?
Había sido sincero. Pero no se había detenido a pensar que no podía mantener
esas promesas.
—Contigo en mis brazos, me olvidé de quién era, qué se esperaba de mí. Lamento
haber sido tan tonto.
—Los dos fuimos tontos. Pero hay una cosa que no lamento —dijo Lali.
—¿Qué?
—Nuestro hijo. Agustin hizo más soportable la ausencia de Daniel, me hizo aceptar
más fácilmente que te hubieras marchado. Te agradezco ese regalo. Por tenerlo.
Peter se sintió fatal.
—Yo lamento no haber estado a su lado, y contigo.
—¡Pero sin embargo vas a tener que volver a dejarnos! ¿Te arrepientes de eso
también?
Más de lo que ella se imaginaba, pensó Peter.
—No puedo permitirme el lujo de regodearme en los lamentos, Lali. Me queda
poco tiempo para conocer a mi hijo antes de que tenga que marcharme.
—Entonces, ¿por qué no aprovechamos ese tiempo juntos? —le sonrió Lali—.
Haz lo que surja naturalmente.
—Si lo que quieres decir es que hagamos el amor, me parece que tienes poco
juicio.
Ella se acercó a él. Peter tuvo que reprimirse el tocarla.
—Por si no te has dado cuenta, jeque Lanzani, soy una mujer ahora, no una niña.
No voy a derrumbarme cuando te marches. Así que si decides cambiar de opinión...
Lali se marchó a la habitación de las herraduras. Después de un momento,
salió y le gritó:
—¡Toma!
Peter agarró la pelota de béisbol en el aire, confuso.
—¿Y esto a qué viene?
—Simplemente quería que supieras que la oferta sigue en pie, por si decides
jugar. A no ser que no puedas.
No podía volver a hacerle daño, y lo haría, cuando le dijera la razón por la que no
podía quedarse.
Lali se dio la vuelta y fue hacia la puerta del granero.
—Dale agua a los caballos, ¿quieres? Yo estoy un poco torpe esta mañana.
Peter deseó desesperadamente quitarse a Lali de la mente. Pero no lo lograría
jamás, pensó.

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